Dios había llevado a los israelitas a través del río Jordán, había secado el río para que ellos pasaran y al saberlo los otros reyes habían entrado en pánico, por causa de eso nadie se atrevía a hacerles frente. La ciudad de Jericó era amurallada y era difícil de penetrar, como vimos en el versículo anterior, permanecía cerrada por causa de que Dios estaba con los israelitas.

OBEDIENCIA Y VICTORIA

Dios le dio la orden a Josué de marchar alrededor de la ciudad por seis días y al séptimo día debían marchar siete veces y al oír el toque de guerra gritar con fuerza para que los muros cayeran. Además de esto, hubo ordenes especificas que ellos debieron seguir. Así lo hicieron y vieron el poder de Dios, ocurrió el milagro, los muros cayeron y los israelitas entraron y tomaron la ciudad.

¿Qué hizo que ocurriera este milagro? fue la obediencia del pueblo lo que hizo que fuera posible, la confianza que tuvieron en la palabras de Dios y en lo que Él había ordenado. Por eso nosotros debemos aprender a poner nuestra confianza en Dios y obedecer todo lo que dice su palabra y entonces veremos su mano poderosa sobre nuestras vidas, Él, que es poderoso peleará nuestras batallas y nos dará la victoria, como hizo con su pueblo en Jericó.

DESGRACIA Y DERROTA

Pero si vamos más adelante en la historia vemos que hubo un falla en alguien del pueblo de Dios, fue Acán quien no obedeció del todo lo que Dios había ordenado. Una de las ordenes que dio Josué de parte de Dios fue: No vayan a tomar nada de lo que ha sido destinado al exterminio para que ni ustedes ni el campamento de Israel se pongan en peligro de exterminio y de desgracia. Josué 6:18. 

Pero Acán guardo parte del botín y atrajo la desgracia al pueblo de Israel.

Ahora debían tomar la ciudad de Hai, y después de explorarla decidieron que no era necesario que fuera todo el pueblo sino solo dos o tres mil hombres, ellos estaban confiados de poder ganar por lo que habían visto en Jericó, confiaban que Dios estaba de su lado y que les daría la victoria como lo había hecho antes, pero ignoraban lo que Acán había hecho. Por esta razón el ejército de Hai los derrotó y los persiguió.

Ahora eran los israelitas los que tenían miedo y no entendían lo que había pasado, el Señor los había abandonado por causa de lo que habían hecho. Dios señaló a Acán y el confesó lo que había hecho y reconoció que había pecado. Ahora el pueblo debía arrepentirse y purificarse.

UNA NUEVA VICTORIA

Después de esto Dios les dio la victoria, mediante una táctica de guerra precisa, los israelitas sacaron a los hombres del pueblo de Hai y los vencieron. Nuevamente obedecieron lo que Dios había ordenado y Él les dio la victoria como había prometido, pero esta vez tuvieron permiso de tomar el botín de guerra.

Podemos ver como, a pesar de ser un pueblo muy numeroso, la desobediencia de un solo hombre atrajo la desgracia de todo el pueblo. Lo mismo pasa en nuestras vidas, si hay pecado en nosotros, por muy insignificante que nos pueda parecer, puede atraer desgracia para nuestras vidas si no lo ponemos delante de Dios. Ahora en base a esto vemos que Dios demanda de nosotros obediencia, si somos obedientes Él es fiel a su palabra y es fiel para bendecirnos y nos da la victoria. Pero, ¿qué pasa si desobedecemos? como pasó después de lo que hizo Acán, Él no va a bendecirnos, si no confiamos en lo que Él ha dicho, esa desobediencia estorba a su bendición y solo nos acarrea desgracia. Así que debemos ponernos a cuestas con Dios y Él irá señalando las áreas en la que hemos estado fallando para que podamos arrepentirnos y purificarnos.

Si hacemos esto, confesamos, nos arrepentimos y nos purificarnos, Dios es fiel para perdonar y Él nos puede regresar al camino de la victoria y además nos dará más de lo que nos dio antes. Por eso pidamos a Dios que nos señale nuestras fallas para poder corregirlas y poder estar puros delante de Él recordando que nos ha hecho un llamado para vivir en santidad y en obediencia. Hagamos esto por amor.

Escrito por Iglesias Creativas.