Jesús estaba de camino a Galilea y necesitaba pasar por Samaria, de camino pasó por un pueblo llamado Sicar y llegó hasta el pozo que estaba en el terreno que Jacob le había dejado a su hijo José.
A esté pozo llegó también una mujer samaritana para sacar agua, Jesús le pidió que le diera un poco para beber, pero la mujer se negó, pues los judíos y los samaritanos no tenían nada en común. Juan 4:9.
-Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua- contestó Jesús-, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida. Juan 4:10.
Como la mujer estaba pensando en agua física, no entendió lo que Jesús le quería decir con esto, por eso le dijo: ni siquiera tienes con que sacar agua ¿de dónde vas a sacar esa agua que da vida?.
Jesús se refería a sí mismo al decir “el agua que da vida” pero la mujer no lo había entendido todavía pues Cristo no se le había revelado, incluso ella le preguntó: ¿acaso eres superior a nuestro padre Jacob?
—Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna. Juan 4:13-14.
La mujer le pidió a Jesús de esa agua, pues en su pensamiento estaba únicamente el poder evitarse tener que ir hasta el pozo para sacar agua, porque insisto, no sabía que el agua de la que hablaba Jesús era él mismo.
Pero Dios tenía un plan enorme para los samaritanos de aquella región y la mujer era pieza importante para eso, por eso Jesús pidió a la mujer que llamara a su esposo, ella, seguramente apenada admitió no tener esposo.
Jesús le dijo, en esto has dicho la verdad, y le hizo saber que la conocía desde antes y sabía todo lo que había hecho en su vida pasada, ella se dio cuenta de que había un poder especial en Jesús y creyó que era profeta.
Aquella mujer sabía del mesías y esperaba su llegada, sabía que a su llegada iba a explicarles muchas cosas sobre la adoración. Cuando Jesús se le reveló ella creyó en sus palabras. Por eso regreso a su pueblo a dar testimonio de lo que le había pasado junto al pozo.
Muchos de los que escucharon el testimonio de la mujer creyeron y cuando vieron a Jesús creyeron más, ya no solo por el testimonio de ella.
Jesús está dispuesto a encontrarse con nosotros para darnos salvación y libertad, y no solo eso sino que también quiere usar nuestras vidas para impactar la de la gente que nos rodea. Como pasó con la mujer samaritana, Dios nos confronta con nuestro pecado, no para juzgarnos sino para hacernos ver nuestra condición y así podamos ver la necesidad que tenemos de él.
Dios quiere usarnos, a Él no le importa nuestra condición actual, o los peros que nos pueda poner la gente, Él se fija en el corazón y en la disponibilidad de éste. Dios nos ve atreves de la sangre de Cristo, nos ve santos y listos para ser usados.
No desconfiemos de el poder del testimonio y no dejemos de hablar del sacrificio que Jesús hizo en la cruz. La gente tiene necesidad de Cristo y está dispuesta a aceptar el evangelio.
Escrito por Iglesias Creativas.