Señor- respondió- no tengo a nadie que me meta en el estanque mientras se agita el agua y, cuando trato de hacerlo, otro se mete antes. Juan 5:7
Jesús había visto a un hombre invalido que se sentaba junto con otros enfermos al rededor de un estanque en el que de vez en cuando un ángel agitaba el agua y el primero que descendía a las aguas quedaba sano de cualquier enfermedad. Este hombre, además de estar invalido, estaba solo. Imaginemos por un momento la frustración que había en él, seguramente en esos treinta y ocho años que llevaba en esa condición había visto muchas veces el agua moverse, pero, evidentemente, nunca había conseguido entrar antes. Quizás muchas veces había entrado al agua y veía a alguien más salir sano y el tenía que regresar como sea a la orilla a esperar una nueva oportunidad. Aun con eso, en todo ese tiempo jamás se rindió y nunca perdió la fe.
Jesús, que pasó por ahí al verlo fue movido a compasión y le preguntó ¿Quieres quedar sano?. Ahora este hombre solo necesitaba decir: sí quiero, pero no entendía que había otra forma para que pasara, su oportunidad había llegado, era obvio que aquel hombre buscaba quedar sano, por eso estaba ahí, entonces respondió: no tengo a nadie que me meta al agua. -levántate, recoge tu camilla y anda- le contestó Jesús. El hombre quedó sano y con una importante lección.
Jesús había sentido compasión por ese hombre al ver su condición y saber el tiempo que había pasado así. Aquel hombre recibió su sanidad, pero definitivamente no fue como imaginaba, seguro que con su respuesta buscaba ayuda, pero pensaba que tal vez Jesús se quedaría ahí, o pondría a alguien más con él hasta que el agua se moviera otra vez. Tal vez no conocía a Jesús y no sabía que él podía sanarlo.
A veces en nuestra vida somos parecidos a este hombre, Dios conoce nuestra condición y nuestra necesidad y Él se ha fijado en nosotros para ayudarnos, solo tenemos que reconocer que necesitamos la ayuda. Él, con su poder puede sanarnos y librarnos y quizás lo haga de una manera que no esperamos, por eso debemos estar atentos a lo que él espera de nosotros y a su voz, para saber como y cuando responder.
Ese hombre que necesitaba ayuda creía que por entrar al agua quedaría sano, seguro cada día y desde temprano llegaba con una meta fija, pero empezó a creer que solo así lo podría conseguir, su fe ya estaba puesta en el agua y no en el poder de Dios y por eso ya no veía otra forma de recibir el milagro, de ahí su respuesta.
En Marcos 9:22-24 vemos a un hombre con un problema diferente en su fe y la respuesta de Jesús es para el que cree, todo es posible, y ese hombre contesto ¡sí creo! ¡Ayúdame en mi poca fe!. Por causa de que los discípulos de Jesús no pudieron expulsar un espíritu del hijo de ese hombre, le dijo a Jesús si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos. Es posible que su fe decayera por lo que había visto y quizás llegó a pensar que el problema de su hijo no tendría una solución, Jesús los ayudo por que reconoció su falta de fe, seguramente después de lo que vio su fe creció.
Tal vez, como el primer hombre, tenemos nuestra vista fija más en la sanidad y en como vamos a recibirla que en el sanador o como el otro tenemos poca fe. Pero en cualquier caso sólo Dios es la solución. Él por su amor y compasión quiere ayudarnos y suplir nuestras necesidades, sean de falta de fe, físicas o emocionales, pero es necesario que nos acerquemos a Él y reconozcamos nuestra condición para que Él pueda actuar en nosotros.